Un western crepuscular: Jon Lee Anderson acompaña a un grupo de erradicadores de cultivo de opio en Afganistán, una banda heterogénea de ex militares americanos, tentados por la paga, y auxiliarii locales, reluctantes y ponderativos ante las consecuencias que puede acarrearles participar en una acción destinada a hacer ver a la población local quién detenta el mando. Se añade, además, la actitud pasivo-agresiva de las tropas holandesas bajo mandato OTAN, una actitud cuyo ejemplo más extremo se vio (también protagonizado por militares holandeses, pero bajo mandato ONU) en Srebrenica en 1995. Observamos como, poco a poco e imparable, la situación en Afganistán se desliza hacia un estado pre 2001. En fin, francamente recomendable.

Portada reciente de Der Spiegel: en el principio fue el arte. Parafrasea la conocida afirmación goethiana con la que se inicia este blog. El maestro de Weimar tenía razón y, al principio, no fue el arte, una invención mucho más moderna y de gente con una existencia menos dura y más ociosa. Estamos muy lejos, y el infotainment manda.

JOACHIM FEST

Se acaban de traducir al español las memorias de Joachim Fest, Ich nicht: Erinnerungen an eine Kindheit und Jugend. Ese tono de desafío 'Yo no', llevado a la práctica y no como una añagaza retórica, le causó muchos problemas. No obstante, creo que tanta entereza sólo podía provenir de una fuente: su padre, el oscuro Johannes Fest, capaz de arriesgarlo todo en una época en que el miedo y la displicencia atenazaban a casi todos. Gunther Grass, por cierto, obtiene un buen rédito de su estancia en las Waffen SS. Su narración, accesible en inglés en el sitio de The New Yorker (1) es impecable, muy literaria (con todo lo bueno que ello conlleva) y, desafortunadamente suena a falsa.

(1) http://www.newyorker.com/reporting/2007/06/04/070604fa_fact_grass

Traumatismo múltiple, del Feldtbüch der Wundartzney (1517) de Hans von Gersdorff. Las heridas han sido causadas por flechas, virotes, balas de cañón, pico de cuervo, espadas, cuchillos, picas, mazas y, además, se le ha clavado una rama en el pie derecho y unas sospechosas bubas aparecen en la ingle y el muslo de ese mismo lado.

Durante dos años, Schiller ejerció como médico militar de un abandonado regimiento en Stuttgart, puesto del que acabaría desertando.

Paseo por el foso del Louvre. Un poco evocador, un poco inerte, la sensación, generalizada, en todas las capitales europeas, de lo que fue.

UN CUADRO EXTRAÑO

¿Quién pudo encargar un cuadro así? El motivo es extraño; no representa un tema clásico de violación (como el rapto de las Sabinas). Christiaen van Couwenbergh lo pintó en 1632 y salta a la vista la forzada escenografía, la mezcla un tanto inconexa de motivos religiosos agrupados en un tema chocante. Sería inimaginable une escena similar compuesta por tres sayones y una mujer blanca. Hans Werner Debrunner comparándolo con otras representaciones de mujeres africanas escribe que

La mujer africana pertenece a un mundo soñado de primitivas concepciones psicológicas… Todas estas descripciones muestran una tendencia común: imaginan en la mujer africana a un ser a veces peligroso, a veces divertido, siempre diferente y, posiblemente, incluso, destinado a la perdición.

Al historiador le gusta la generalidad. La pintura, teniendo en cuenta la escasez de datos que poseemos, se convierte en una conjetura, en una delicia hermenéutica que ha dormido durante años hasta conseguir alcanzar el momento en que la alteridad de la raza se impone como uno de los sujetos dominante en el discurso. El personaje de la izquierda nos guía hacia el grueso de la descripción. Esta búsqueda de connivencia con el espectador ¿pudo molestar a alguien en el siglo XVII?¿Se expondría algo así en la tienda de algún marchante? No puedo imaginar a los burgueses de L’enseigne de Gersaint (1720) admirando una pintura así, aunque, quizá, distinguidos connoisseurs de ambos sexos la contemplarían en gabinetes secretos alojados en la trastienda.